En plena noche de extraña luz el Marquéz susurró a mis oídos: "el que toca con las palabras está muy cerca de tocarte con las manos... en una voluptuosa ceremonia del falo castrador de injurias, que arranca de las entrañas ese grito castrador, que no espanta a nadie y convoca a las vírgenes"... Sos un fantasma flasfemo, Marquéz. Ese grito no castra, ese grito nos mata un instante y nos devuelve al paraíso del placer absoluto... donde vírgenes y cabras se funden en un solo ritual de locura y pasión.
Bienvenido maldito Marquéz...
Bienvenido maldito Marquéz...
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